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todo lo que tiene que ver con el comportamiento urbano y sus dinámicas
Updated on May 01, 12
Created on Mar 24, 10
Category: Cultures & Community
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huerto urbano y espacio multifuncional social en red
Un caracol naranjo cargando sobre su espalda una ciudad antigua es el sello de la certificación Slow City, sello que certifica a las ciudades donde según los seguidores del movimiento Slow City se lleva a la práctica el buen vivir.
En estas ciudades por decreto todos los ciudadanos están obligados a comer bien, disfrutar el silencio, respetar las tradiciones, el patrimonio y el medio ambiente, privilegiar el placer por sobre el lucro y la calma antes que la velocidad. Los negocios cierran los jueves y domingo, las instituciones públicas abren los sábados, los supermercados y avisos de neón no están permitidos y al contrario, las pequeñas tiendas y restaurantes que venden productos típicos de la zona gozan de múltiples beneficios.
¿Utópicos, bárbaros, snobistas o visionarios?
Para conseguir el caracol naranjo la ciudad tiene que tener menos de 50 mil habitantes, tiene que postular el alcalde voluntariamente y su ciudad aprobar un test. Una vez aceptada recibe la certificación y pasa a formar parte de una red de ciudades que trabajan en conjunto para mejorar sus estándares de vida. Cada una paga una cuota y con esto tienen acceso a asesorías, consultoras, gurúes y a la mas alta tecnología.
El movimiento cuenta ya con cerca de 30 ciudades en Italia, 3 en Inglaterra y una lista muy larga de postulantes. Y si, es verdad que se come bien, el ambiente es grato, las ciudades son bonitas pero como dice una pequeña empresaria “Por mucho que sea una Slow City, para lograr un buen nivel de vida hay que trabajar duro y estresarse como en cualquier otro lugar”.
El «hazlo tú mismo», «hágalo usted mismo» o bricolaje, abreviado como HTM, HUM o DIY (en inglés «Do It Yourself»), es la práctica de la fabricación o reparación de cosas por uno mismo, de modo que se ahorra dinero, se entretiene y se aprende al mismo tiempo. Es una forma de autoproducción sin esperar la voluntad de otros para realizar las convicciones propias.
La ética del Do It Yourself está generalmente asociada a varios movimientos anticapitalistas, ya que rechaza la idea de tener que comprar siempre a otros las cosas que uno desea o necesita. Se trata de un movimiento contracultural trasladable a cualquier ámbito de la vida cotidiana. Hay muchos ejemplos del uso de esta filosofía. La primera puede ser las reparaciones que suele hacer el dueño de casa, sin la necesidad de tener que recurrir a profesionales como fontaneros, electricistas, etc.
En una ciudad donde el ciudadano adulto se erige como referente del cambio y el coche como adalid de la planificación urbana, en una ciudad donde los protocolos de desarrollo están claramente liderados por el crecimiento económico, en una ciudad como la ciudad actual, no se puede jugar.
Las ciudades, encauzadas a dar soluciones únicas, tienden a homogeneizar el espacio público, obviando la variedad de comportamientos, el cambio constante, la flexibilidad necesaria para adaptarse a las nuevas formas de habitar y la necesidad de facilitar y no condicionar el uso y disfrute de la ciudad.
Los avances en las tecnologías, la modernización de los medios de transporte y los nuevos comportamientos, son ejemplos de la extensa variedad que, cada vez más, caracteriza a las ciudades. Pero en demasiadas ocasiones parecemos dirigirnos hacia un único modelo exento de esa riqueza, en detrimento incluso, de muchos valores antes presentes.
Según este extracto de la revista Métode, “La complejidad de la sociedad, la fragmentación cultural, la libertad individual, la presencia de grupos con deseos y pretensiones muy diferentes, la globalización de la economía aún hacen más difícil responder de forma unidimensional a la cuestión de la ciudad ideal. La ciudad soñada, sí, pero ¿para quién o para qué?” [Josep Vicent Boira Maiques, Universidad de Valencia]
Apartándonos del debate sin fin sobre el significado de ciudad, algo que podemos afirmar es que es el resultado de las necesidades de sus habitantes. Y por ello mismo, ésta debe estar a su servicio en lugar de condicionarlos sobre cómo se puede o se tiene que hacer uso de ella.
Los habitantes necesitan un lugar de encuentro, de intercambio de experiencias y de conexión entre personas. Y, por qué no, tener donde jugar. En general una labor cada día más difícil, abocados como estamos a homogeneizar el espacio público, creyendo que existe una solución universal con la que dar carpetazo al asunto cada vez que no sabemos por dónde seguir.
En este punto, nos preguntamos entre otras cosas, si las ciudades están pensadas “también” para los niños. O si los niños están preparados y concienciados con la ciudad. El debate de la ciudad suele enfocarse desde otros muchos temas, pero considero este indicador imprescindible para garantizar algo mejor.
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la entrada de hoy, e inspirados por las “recetas” que nos traían Suju desde Holanda hace unos días, nos vamos a aventurar en buscar un decálogo para que cuando se decida hacer crecer nuestras ciudades y pueblos, pudieran mantener una estructura urbana digna y lo más humana posible.
Así que si se decide crecer, vamos a intentar ver qué ideas fundamentales deberían estar siempre presentes. Pensamos que si estas estrategias se llevasen a cabo evitarían más de un desastre urbanístico de los que nos rodean a cada paso que damos.
1. Si hay que crecer, por lo menos que sea en ALTURA. En vez de expandirnos como una balsa de aceite, con urbanismo de baja densidad y ocupando demasiado suelo (muchas veces productivo de cultivos), mejor hacerlo de manera compacta y con un gasto mínimo de territorio para no generar grandes inversiones en servicios e infraestructuras.
2. Que nuestras ciudades sean COMPLEJAS (que no complicadas) y puedan ser capaces de provocar un elevado intercambio de información entre sus agentes, dando oportunidad a la mezcla tanto cultural como de usos.
3. No parece tan difícil, elegir los terrenos más lógicos para consolidar nuestros cascos urbanos (no por donde diga el mercado inmobiliario, ni el primo del concejal), buscando TOPOGRAFÍAS sencillas y las mejores ORIENTACIONES.
4. Devolver el protagonismo al peatón, facilitar el TRANSPORTE PÚBLICO, fomentar vías de velocidad reducida y que la bicicleta, de una vez por todas, se convierta en un medio real y seguro de transporte por la ciudad.
5. EQUIPAMIENTOS COMEDIDOS Y ESTUDIADOS. Sin derrochar las subvenciones que llegan a cada municipio del dinero público, que por ser de todos debiera ser el que mejor se administrara. Construir los edificios justos y bien repartidos (evitando su concentración) para fomentar el espíritu y sentimiento de identidad del ciudadano de cada barrio.
6. VIVIENDAS ASEQUIBLES, lógicas y sencillas. Potenciando la vivienda en alquiler y que sean proyectadas por los mejores arquitectos y no por los que estén al servicio del promotor de turno.
7. Zonas verdes bien distribuidas, donde esté muy presente el contacto con LA NATURALEZA. Provocar áreas ajardinadas (a ser posible a modo de corredores) con especies autóctonas, que necesiten poco mantenimiento y gasto de agua.
8. Priorizar el ESPACIO PÚBLICO como foco de la interacción de la población, dando prioridad al concepto de multifuncionalidad. Se debe adquirir conciencia clara de que las calles, parques y plazas, no es que no sean de nadie, sino que son de todos. Por tanto, cada uno de nosotros es propietario de la parte que le corresponde, así que debemos cuidarlas y disfrutarlas como la parte más importante de nuestro patrimonio.
9. No es lógico que haya una sola cabeza (supuestamente iluminada) que decida cómo se ha de hacer todo en nuestras ciudades. Hoy, la ciudad es un complejo organismo en el que hace falta la colaboración entre DISTINTAS DISCIPLINAS: sociología, paisajismo, ecología, economía, biología… y por qué no decirlo, también arquitectura, cierto es, pero como una más, no como la más importante de todas ellas.
10. Parece sensato abogar por técnicos responsables, educados en un urbanismo específico del siglo XXI, donde se propongan opciones más humanas y sostenibles, que den cabida al ciudadano en procesos de PARTICIPACIÓN, y donde los canales de comunicación sean eficaces y transparentes. Y por supuesto, soñar con unos políticos sensibles a las necesidades reales del pueblo a quien representan y por quien han sido elegidos. Aquí, las nuevas redes sociales tendrán mucho que aportar.
las ciudades de hoy en día se rigen por el desbocado consumismo y la obsesión por el tiempo y la velocidad ¿sociedad del bienestar o sociedad disfuncional?
El mal urbanismo que con el que han crecido muchas de nuestras ciudades es el más fiel reflejo de cómo funciona la sociedad en la que vivimos. Esta sociedad del bienestar fue puesta en marcha por avispados economistas, que nos han hecho creer que consumir sin límites era la gran panacea del siglo XX. Todo son prisas y todo es para ayer. Quedar a merced de este desbocado consumismo, es lo que nos ha llevado a padecer una de las mayores crisis de la historia.
Rescatando un pasaje del Principito quizás podamos ver pequeñas gotas de sabiduría, que hoy en día se echan bastante de menos:
“-¡Buenos días! -dijo el principito-.
- ¡Buenos días! -respondió el comerciante-(Era un comerciante de píldoras perfeccionadas que quitan la sed. Se toma una por semana y ya no se sienten ganas de beber)
- ¿Por qué vendes eso? -preguntó el principito-.
- Porque con esto se economiza mucho tiempo. Según el cálculo hecho por los expertos, se ahorran cincuenta y tres minutos por semana.
- ¿Y qué se hace con esos cincuenta y tres minutos?
- Lo que cada uno quiere…
‘Si yo dispusiera de cincuenta y tres minutos -pensó el principito- caminaría suavemente hacia una fuente…”
El tiempo es un invento de la humanidad para tener la sensación de que controlamos nuestras vidas. Lo más triste es que este ritmo frenético con el que las malvivimos, cada vez se ve más reflejado en las ciudades que hemos creado. Éstas se han convertido en máquinas de consumir sin ningún tipo de control. Consumir recursos, consumir territorio y sobre todo hacer consumir a la sociedad un urbanismo vacío y alejado de cualquier lógica y cordura. Todo ello, ha hecho que nuestras ciudades hayan crecido a golpe de talonario. En este despropósito también han colaborado muchos arquitectos, actuando como mano ejecutora de una alianza político-inmobiliaria. De esta forma, en múltiples ocasiones el dinero es quien ha decidido cómo y cuándo nuestras ciudades debían crecer. Ese dinero que no existe, pero que los bancos nos hacen creer que es nuestro, ha servido para macizar nuestras ciudades como si de un depredador de territorio se tratase. Así, todos los ahorros (presentes y futuros) de los ciudadanos se entierran en una vivienda que nace bajo las premisas de tipologías ya caducas y obsoletas.
"Pieces of the city are forming, like islands" by photographer Bas Princen
Según la agencia Asociated Press, la ciudad, que en su día fue el motor industrial del país, está “desesperada por la crisis financiera” y una creciente despoblación.
La salida: “un plan extremo de renovación que contempla el convertir grandes zonas de la ciudad, ahora decadentes y olvidadas, en los cultivos y áreas rurales que existían antes de la llegada del automóvil”, según resume la noticia.
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